jueves, 5 de enero de 2012

“El tren hacía unos ruidos como si se rompiera”

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Miércoles 4 de Enero de 2012 (lagaceta).-Los viajeros que venían de Buenos Aires debieron arribar ayer a las 10.40, pero recién lo hicieron después de las 18 y en colectivo. Eran 1.400 los pasajeros que quedaron varados en Serodino, Santa Fe, cuando se descarrilaron siete vagones, el lunes a la tarde.

Nora Gómez fue una de las primeras en llegar a la Estación Mitre. Esperaba a su abuela, que había viajado a Buenos Aires para pasar las fiestas con sus parientes. La señora, al igual que unos 1.400 pasajeros más, debió haber llegado a Tucumán ayer a las 10.42, pero no fue así. Su nieta no entendía nada. “La patrona de mi mamá nos avisó esta mañana que vio en la tele al tren descarrilado, pero mi abuela no tiene celular y acá en la boletería no nos informan nada, estamos muy preocupadas”, manifestó.

Minutos después, pasadas las 18, arribó el primero de los 19 colectivos que trajeron de vuelta a los viajeros accidentados. Toda la tarde fue igual en la Estación. Cada vez que un ómnibus -perteneciente a empresas desconocidas por los tucumanos- ingresaba, las miradas preocupadas de quienes esperaban en el andén buscaban con ansias las caras de un hermano, tío o sobrino. Para algunos, que ya habían recibido a ocho coches a las 21, la espera se hacía interminable.

Sin explicaciones

El tren partió de Retiro el lunes después de las 9. Todo indicaba que llegaría a su destino final, Tucumán, a las 10.40 de ayer. Pero una vez que pasó Rosario, a las 18, algo falló y varios de sus vagones se salieron de las vías. “Para mí que el tren venía sobrecargado”, opinó Adrián Díaz mientras abrazaba a algunos parientes.

Otras señoras, abanicándose por el calor en uno de los bancos de la Estación, comentaban que nada pasó a mayores porque acababan de salir de la última ciudad y el tren todavía no había tomado suficiente velocidad.

De todas maneras, todas eran puras especulaciones, pues -según sostenía cada uno que descendía de los micros- nadie se acercó a explicarles qué era lo que en realidad había sucedido. Lo único que todos sabían era que en un momento se escuchó un fuerte ruido, el tren se sacudió, frenó de golpe y siete vagones quedaron fuera de las vías.

Blanca Pereyra viajaba en uno de ellos. Venía dormida, con su sobrina de siete años en los brazos, cuando “empezaron a caer las cosas arriba de nosotros, ahí me agarró un ataque de nervios, pensé que todos íbamos a morir”. Según recordó Blanca, el tren “hacía unos ruidos como si se rompiera algo, después entró una polvareda que nos tapó, la gente gritaba y los chicos lloraban. Una vez que pasó todo eso, estuvimos tres horas y media en la oscuridad, en el medio del campo”.

Otro de los pasajeros, Andrés Rasgido, explicó que “fue algo terrible porque la gente estaba muy asustada, nos pudimos bajar tranquilos del tren pero en ningún momento nadie vino a preguntar cómo estábamos”.

Los pasajeros afirmaron que recién a las 23 fueron sacados del lugar del accidente, cuando llegó una máquina que tiró a los vagones descarrilados y transportó a las personas perjudicadas al pueblo más cercano: Serodino. Allí los recibieron en un club, donde pudieron sentarse y comer un sándwich.

Pero el malestar continuó. “Primero nos dijeron que a las 3 iban a empezar a llegar los micros que nos llevarían pero recién empezaron a aparecer a las 6.30″, se quejó Blanca.

11 horas después

El mal rato de los viajeros parecía no tener fin. No conforme con el accidente y las largas horas de espera, una vez en Tucumán no podían dirigirse felizmente a sus casas o a un hotel. Por el contrario, debían aguardar el regreso del tren -ya sin los vagones accidentados- que transportaba su equipaje.

Los que mejor la sacaron fueron los cientos de jóvenes mochileros que no paraban de descender de cada colectivo que estacionaba. Además de haberse tomado la experiencia con mucha más calma -lógicamente- que las personas que viajaban con niños, éstos llevaban consigo la totalidad de su equipaje y no necesitaron permanecer en la Estación hasta las 20.30, cuando finalmente llegó la formación.

El convoy arribó con las únicas personas que nunca precisaron bajarse: los que habían pagado camarotes. Éstos sólo debieron esperar algunas horas y seguir el recorrido. “Yo sentí que el tren se empezó a frenar de a poquito y que comenzaron a caerse las cosas, pero todo el tiempo esperamos adentro y a la madrugada salimos de vuelta”, detallaba María Rodríguez que, después de 11 horas de demora, al fin llegaba a Tucumán para dar inicio a sus vacaciones.

Fuente: El Reportero Ferroviario.

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